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Aprender a Perder

El arte de saber perder: ¿cómo aprender a manejar las derrotas de forma positiva?

En el juego de la vida tan importante como ganar es saber manejar las derrotas de manera sana, sin patear tableros o atacar al árbitro.

Evidentemente, no existe la persona que le encante perder: es una sensación desagradable y pasajera que nos invade y que cuesta ocultar.

Lo que hay que entender es que fallar tiene consecuencias que escapan a la voluntad y tienen una raíz biológica.

A nadie le gusta perder, menos cuando las derrotas son continuas.

Manejar la frustración de una forma no destructiva, no obstante, es una habilidad que se aprende en la niñez.

Un adulto que hace berrinches, creen los psicólogos, puede aprender a asumir sus derrotas de una forma socialmente responsable con terapia o siguiendo ciertas pautas

Cuando fracasamos ya sea en una partida de ajedrez o en cualquier otro caso cotidiano.- nuestro cuerpo responde de forma automática disparando al flujo de neurotransmisores como el cortisol que hace que nos sintamos mal y estresados.

Nos sube la presión sanguínea, el rostro se tensa, el vello se eriza, los músculos se endurecen.

Es la forma que tiene el cerebro de prepararnos para la lucha o para la huída, dicotomías que enfrentaban nuestros antepasados hace millones de años cuando buscaban comida. Por eso el que no sabe perder busca instintivamente la pelea.

Ser adulto implica manejar las emociones a niveles socialmente aceptados.

Nada más terrible que un adulto haciendo un berrinche.

Y esas competencias se aprenden en el hogar.

“Si has crecido en un ambiente familiar estricto, que no acepta las derrotas, te va a ser muy difícil que aprendas a perder o que veas a las derrotas como lo que son: oportunidades para analizarse uno mismo, ver que hicieron los demás y tratar de hacerlo mejor”

Entornos ultra competitivos suelen generar malos perdedores.

Lo vemos mucho en el deporte, algo paradójico dada la naturaleza del mentado “espíritu deportivo”.

Ahí están los ajedrecistas furiosos que barren tableros después del jaque, los tenistas que rompen sus raquetas o los futbolistas que consideran una humillación llevar medallas de segundo puesto.

La vida en sociedad, sobre todo en las ciudades, genera competencia.

Adjetivos como “fracasado” o “perdedor” suelen estar entre los más hirientes.

Los niños aprenden a perder en el juego diario. Si bien ganar es importante, porque refuerza su autoestima, perder con una sonrisa, felicitar al ganador y no boicotear su triunfo es una habilidad igual de importante para su vida futura.

“Perder te puede chocar un poco al comienzo, pero al final tenemos que aprender a demostrar capacidad de resiliencia, sobreponernos y seguir adelante”

. Saber ganar es otra habilidad importante: nunca se debe tolerar la mofa o la arrogancia contra el que pierde.

Cuando los adultos no saben perder

Un adulto que no sabe perder no tendrá una buena calidad de vida.

Su personalidad lo privará de amigos o relaciones significativas. Lo bueno es que hay formas de aprender esta habilidad aún a una edad tardía.

“Lo fundamental es que la persona sea consciente que tiene esta característica de personalidad; si reconoce que tiene un problema de ira, de manejo de emoción o frustración, tenemos el 50% del problema resuelto”. A nivel clínico esto se puede tratar en terapia con un especialista.

También formas de auto educación. Hay tutoriales y cursos en YouTube sobre técnicas como el mindfulness, el yoga o el tai chi que son ejercicios en los que se aprende el autoconocimiento, la meditación y relajación, muy recomendado para personas con problemas de ira por perder que necesitan una forma de bajar las revoluciones de su mente.

¿Por qué es importante saber perder?

Antes de pasar a dar los consejos acerca de cómo aprender a perder, veamos qué importancia tiene este aspecto en nuestra vida cotidiana.

Nadie escapa de las derrotas, incluso en el día a día es común que tengamos que afrontar pequeñas situaciones en las que no alcanzamos nuestras metas tal y como lo planeábamos.

A diferencia de lo que muchas personas piensan, el hecho de haber perdido no implica que hayamos fracasado. Únicamente quiere decir que existen aspectos en nosotros que deben ser trabajados para ser mejores, o que alguien más hizo las cosas mejor que nosotros en un momento concreto, simplemente eso.

Cuanto más rápido cambiemos la percepción que tenemos de las derrotas y dejemos de verlas como un fracaso, más cerca estaremos de alcanzar la mejor versión de nosotros mismos.

Algunas pautas para empezar a aprender a perder:

Comprender la frustración

Es la emoción que sucede cuando fallamos en un logro. No se puede evitar, porque escapa a la voluntad, pero si se puede manejar de manera positiva. Si un niño se frustra no es recomendable gritarle o minimizar su sentimiento o decirle “no te enojes”. Se corrigen conductas, no emociones. El adulto debería tramitar su frustración con inteligencia y hasta con elegancia sí se puede. Si el enojo es muy fuerte, quizá lo mejor sería expresar que se está molesto. Darse unos segundos para calmarse y no actuar con “cabeza caliente”.

Respetar los resultados

quien entra a un juego, desafío, concurso o carrera lo hace aceptando unas reglas establecidas de antemano y la posibilidad, incluso, que haya una persona juzgando las performances (árbitro, jurado). Se debe entrar a competir con la convicción de que el resultado puede que no nos favorezca, no importa cuán confiados estemos. Eso nos da la capacidad de prepararnos ante un resultado inesperado.

Escoger bien las batallas

Ganar es importante pero no debería empujarnos al sinsentido de querer ganar por ganar. Ante una situación de fracaso es importante determinar el real valor de lo que sea que estaba en juego. Con frecuencia el valor de lo disputado no amerita el enojo. Si fuera ese el caso, una derrota nos debería enseñar el valor de la perseverancia.

 

Aprender a dejar ir

La constancia y la motivación son importantes cuando se quiere ir detrás de un sueño. Se dice con frecuencia que el que persevera alcanza, pero esto no es una ley escrita en piedra. Ante la realidad del fracaso continúo, no debería hacernos sentir mal abandonar ese sueño o carrera y enfocar nuestras energías en un logro que nos brinde más satisfacciones.

Acepta las cosas como pasaron

Un aspecto fundamental para gestionar las derrotas es ver las cosas tal y como sucedieron en realidad, y evitar manipular los recuerdos en nuestra mente con la intención de “protegernos” de la sensación de frustración.

Es inevitable que la derrota sea desagradable, pero mientras más pronto hayas lidiado con ese sentimiento, más pronto estarás a punto para ir en busca de la victoria nuevamente. Es decir, el hecho de que te excuses de no hablar ganado no hará que tengas la victoria. Es mejor aceptar la derrota, aprender de ella y levantarse.

Además, esta aceptación es fundamental para aprender de los propios errores, al asumir la información sin distorsionarla para que encaje con nuestras emociones y creencias previas. De ese modo, aprendemos a perder y también aprendemos acerca de lo que nos ha llevado a perder.

Evita las reacciones hostiles

La sensación de frustración que sentimos tras perder en algún aspecto de nuestras vidas puede llevarnos a tener reacciones hostiles, esta situación únicamente conseguiría empeorar nuestra situación. Lo mejor será reconocer nuestro sentimiento y modularlo adecuadamente, haciendo que no frenen nuestro progreso.

El reconocimiento de las emociones es un aspecto que nos ayuda a sacar lo positivo de las peores situaciones, cuando hemos sido capaces de reconocer y aceptar nuestras verdaderas emociones es menos probable que tengamos reacciones hostiles de manera inconsciente.

Así, por ejemplo, puedes establecer rituales de trabajo para que cuando te sientas mal por un error determinado puedas usar ese sentimiento como motivación para progresar.

Asumir el duelo

En caso de pérdidas grandes, como puede ser la pérdida de una competencia cerrada, es natural que nuestra psicología entre en un proceso de depresión y duelo. Poco puede hacer acá la fuerza de voluntad. Lo importante, si se está en ese trance, es comprender que no es eterno. Que es un proceso con pasos (negación, ira, negociación, depresión y aceptación) que no son eternos.

Eventualmente nos sentiremos mejor.

Dale más importancia al proceso

El hecho de ganar representa la consecución de un proceso en el cual tuvimos que habernos preparado para competir, o en su defecto implica que planificamos hacer las cosas de una determinada manera para conseguir unos resultados específicos. Por ello, saber perder tiene que entrar en la lógica de admitir que ese error no era inevitable, y que pudimos hacer más cosas para obtener mejores resultados.

El proceso de entrenamiento o de planificación es tan importante y gratificante como la victoria misma, solo que al momento de perder no pensamos en lo mucho que disfrutamos el proceso de entrenamiento o planificación.

Es por ello que no se le debe dar toda la gloria al hecho de ganar, porque ya hay gloria en el hecho de competir con otros o con uno mismo. Aprende a enfocarte más en el proceso sin que te afecte la ansiedad de ganar, y verás como todo sale de una manera más natural y fluida.

Evita el rol de favorito

Por más que las circunstancias estén a tu favor para optar a la victoria, el rol de favorito no siempre favorece a quien lo posee. De hecho, partir con la idea de que tenemos más opciones de ganar representa en la mayoría de los casos un arma de doble filo.

No está mal tener confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades, pero debemos evitar caer en la autocomplacencia para tener una mejor visión de los retos que nos tocará afrontar. Si te ves a ti mismo como el mejor y el que tiene todas las oportunidades de ganar, eso podría llevarte a subestimar a tus rivales y sobrevalorar tus capacidades. Y cuando pierdas, será más difícil recuperarse emocionalmente.

Evita el pensamiento túnel

El pensamiento túnel se refiere a que únicamente pensamos en ganar, y somos incapaces de mirar hacia las otras posibilidades. Este tipo de pensamiento es dañino, teniendo en cuenta que no siempre vamos a poder salir victoriosos. Habrá momentos en los que consigamos un empate, o una derrota.

Si eres capaz de previsualizar todos estos escenarios en tu mente antes de competir, entonces serás un competidor más realista y estarás mejor preparado para disputar la victoria sin dejar que esta te obsesione por completo.

Evita la estigmatización

Los estigmas son formas de pensamiento en los que el sujeto es radical al analizar las cosas; es “todo o nada”, no existen puntos medios. Se trata de etiquetas que nos llevan a asociar conceptos arbitrarios con emociones muy negativas, de modo que a través de estas asociaciones entre ideas, juzgamos de manera injusta a quienes quedan representados por ellas.

Si tu pensamiento se basa en los estigmas sociales, es fácil que juzgues a los demás de manera poco justa y que hagas lo mismo contigo mismo (la estigmatización se vuelve fácilmente contra quienes la usan para atacar a los demás).

Debemos ser capaces de darnos cuenta cuando estamos yendo demasiado lejos en nuestra manera de ver las cosas y combatir esos pensamientos para tener mejores resultados.

Saber cómo gestionar adecuadamente las derrotas es muy importante.

Cuando perdemos tenemos la oportunidad de evaluar los motivos que nos llevaron a esa situación y corregir algunos aspectos para mejorar.

Sería ideal aprender a perder de manera que fallar no nos represente un fracaso absoluto y no nos lleve a un sentimiento de frustración que nos bloquee o nos paralice. es que aunque por lo general las personas vinculen la derrota con el fracaso, esto no necesariamente tiene por qué ser así.

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En el juego de la vida tan importante como ganar es saber manejar las derrotas de manera sana, sin patear tableros o atacar al árbitro.
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